2017, El baile de la paz

Editorial

11 de enero de 2017

Este año debe ser el de la implementación más intensa de los acuerdos de La Habana, de la instalación y consolidación de la mesa de Quito con el ELN, de la lucha franca y resuelta contra el paramilitarismo, de una apertura democrática real que nos convoque a todas y todos a participar activamente de las tomas de decisiones en nuestros territorios, del comienzo de construcción de una nueva cultura de paz en nuestro pueblo, de las movilizaciones populares exigiendo el respeto de los derechos para asegurar nuestro futuro. Del más bello baile, el de la construcción por nosotras y nosotros mismos de nuestro futuro.

De seguro que no será fácil; en la misma pista bailarán el ingreso efectivo de la OTAN a Colombia (y al revés), la profundización de las políticas neoliberales, la extracción de nuestros recursos naturales en favor de las grandes multinacionales, la explotación sin escrúpulos de la doble moral frente a la paz, las manipulaciones y las campañas mediáticas estigmatizadoras de todo lo que sea alternativo al establecimiento, la represión bajo cuerda y sobre ella, la politiquería barata, como la que nos tienen acostumbrados. Las élites aferradas al poder intentarán cambiar los vientos, el acordeón y los timbales por los tambores de guerra, echar al traste todo lo logrado hasta el momento, promoviendo como siempre los conflictos políticos y sociales, la lógica de la guerra y la guerra misma. Criticarán la paz porque verán desesperados que las grandes mayorías de Colombia no bailamos para la guerra.

Para quienes creemos en la construcción de un país distinto, es un año para practicar la conciencia crítica, para saber leer a los medios y los discursos de sus voceros políticos, para no quedarnos con los rumores, con las primeras impresiones, con las falsas informaciones, con la noticia que llega por el teléfono o la red social. Debemos exigir que los medios y los políticos se adapten a los tiempos de paz y bailen la paz desde cada editorial, cada nota, cada discurso, cada postura. Lo más probable es que no lo hagan, no tienen sazón para las cosas sabrosas, pero tenemos derecho a exigirlo, porque de ello depende el futuro nuestro y de nuestros hijos.

Nos toca animarnos a bailar con todos, piensen lo que piensen, porque de eso se trata la reconciliación, la tolerancia, la democracia; nos toca animarnos al intercambio, a escucharnos, a debatir (con respeto), a cuestionarnos todo, a hacer, a comunicar, a bailar ritmos que nunca hemos ni escuchado (las bombas y las balas nos aturdían los oídos y las mentes); contraponerle a la lírica hegemónica de la realidad, nuestros propios pasos.

Deberemos trabajar con mayor compromiso y responsabilidad para que la paz con justicia social baile al fin con las grandes mayorías del pueblo colombiano. En definitiva, este año nos convoca, al ritmo de la organización y de la construcción de poder, a generar la capacidad y la posibilidad de poder hacer, de poder transformar nuestra propia realidad, de poder hacer y elegir nuestra propia música, el poder que como pueblo nunca tuvimos y sin dudas merecemos.

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