LA CRISIS DEL RÉGIMEN: HACIA EL PARO CÍVICO NACIONAL

Por: Hubert Ballesteros Gómez, Prisionero Político.

Los comandos de Paro, deben bajar de las plataformas de convergencia sindical y social a los barrios, las cuadras, las fábricas, las empresas y los espacios públicos que hoy ocupa la economía informal..

El pasado 17 de marzo el movimiento sindical, social y popular de Colombia convocó y realizó una exitosa jornada de protesta contra las políticas del gobierno de Juan Manuel Santos. Con ocasión de la jornada, se entregó un pliego nacional de exigencias y se ratificó públicamente, el respaldo de los colombianos al proceso de paz que se adelanta en la Habana (Cuba) con las FARC-EP y la fase pública de negociación con el Ejército de Liberación Nacional ELN que fue anunciada recientemente.

Esta concurrida manifestación de descontento, definió como carácter el de ser jornada preparatoria de un gran Paro Cívico Nacional. La situación de las clases menos favorecidas, no da para menos; desde hace varios años, hemos estado precisamente, en la tarea de organizar y preparar las condiciones que nos permitan repetir e incluso superar el paro cívico del 14 de septiembre de 1977. Siendo este nuestro referente, es importante tener en cuenta algunos elementos que lo hicieron posible y las características que tuvo esa histórica jornada.

"Según Medófilo Medina, el Paro Cívico es un tipo de protesta urbana, diferenciada de otras manifestaciones de inconformismo popular, como las huelgas y las marchas, en razón a rasgos distintivos como la amplitud en la participación de diversos sujetos y clases sociales de la ciudad, la articulación de problemas específicamente urbanos, con tendencias del orden político y económico nacional, trascendiendo lo puramente coyuntural y reivindicativo sectorial". Se define el Paro Cívico también como la paralización total o casi total de las actividades de las ciudades para exigir al gobierno una solución a los problemas relacionados con los servicios públicos y otros que afectan a la mayor parte de la población.

El paro cívico del 77, tuvo a su favor una serie condiciones objetivas que guardadas las diferencias de tiempo, se asimilan mucho a las que tenemos hoy: crisis en el sector de los servicios públicos domiciliarios, corrupción desenfrenada en todas las entidades del Estado y en los diferentes niveles de la administración pública, concentración progresiva de los ingresos en unas pocas compañías privadas y un excesivo aumento de las utilidades del sistema financiero. Hoy podríamos sumarle a dichas condiciones, la crisis de la salud, del modelo educativo, los bajos salarios de los trabajadores, los impuestos exorbitantes que deben pagar los colombianos más pobres, la entrega descarada de nuestras riquezas a las transnacionales y la creciente informalidad en el trabajo con la que se maquillan las cifras de desempleo.

Las ciudades se han convertido en verdaderos centros de experimento de la nueva forma de acumulación del capital; las llamadas "ciudades amables" y el ordenamiento territorial actual dentro de ellas ha generado un división inhumana y una segregación para abrirle campo a los negocios de toda índole, apuntando claro a favorecer al sistema financiero, el comercio y la venta de servicios por encima de las necesidades de las personas.

Ninguna otra cosa nos muestra con mayor claridad y frialdad las intenciones del capital como lo hace el modelo de ciudad que hoy se implementa. No queriendo decir que el neoliberalismo no esté afectando también de grave manera al campo, por supuesto que sí; pero aún el campesinado hoy no ha sido despojado totalmente de sus instrumentos de trabajo y de su tierra como medio de producción. En cambio, los habitantes de las ciudades viven a merced de un empleo mal remunerado o de una economía del rebusque cada vez más perseguida, ahogados por innumerables impuestos y unas tarifas de los servicios públicos que por sí solas se tragan el exiguo salario y los ingresos de los trabajadores.

Teniendo en cuenta lo planteado por autores como Medófilo Medina y Álvaro Delgado en el análisis que hacen de las causas y circunstancias que hicieron posible el paro de septiembre de 1977, entre las que encontramos que en el espacio urbano se tejieron los intereses compartidos de los dueños de las viviendas, los inquilinos, los pequeños tenderos, los estudiantes de secundaria, los trabajadores informales, y claro, los obreros; debemos pensarnos en este momento, que la organización del gran Paro Cívico debe ser realizada en las ciudades del país. Sin la participación de todos los sectores inconformes de las áreas urbanas, es impensable repetir y mucho menos superar lo realizado en septiembre de 1977.

Los comandos de Paro, deben bajar de las plataformas de convergencia sindical y social a los barrios, las cuadras, las fábricas, las empresas y los espacios públicos que hoy ocupa la economía informal. El campesinado por supuesto debe hacer lo propio en las veredas, para que esta alianza obrera, campesina y popular, pueda congregar la fuerza suficiente que mediante el paro cívico, logre frenar el modelo de despojo que ha venido implementando el régimen en Colombia.

Pabellón de Alta Seguridad, Cárcel Nacional La Picota

Abril 14 de abril de 2016.

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