EL MOVIMIENTO SINDICAL Y LA CRISIS POLÍTICA EN AMERICA LATINA
Por: Hubert Ballesteros Gómez - Prisionero Político. Secretario Nacional de Organización de FENSUAGRO, integrante del Comité Ejecutivo Nacional de la CUT y de la Junta Nacional de Marcha Patriótica.
29 de mayo de 2016
"El Movimiento Sindical Latinoamericano ha venido sufriendo una transformación que lo distancia de sus postulados históricos."
El Movimiento Sindical Latinoamericano ha venido sufriendo una transformación que lo distancia de sus postulados históricos. Dos fenómenos obran como causales de esta transformación: de un lado el afianzamiento de una tendencia hacia el sindicalismo corporativo y de otra la aparición de gobiernos de centro izquierda y progresistas en la región.
La creencia casi generalizada en la tercera vía para ascender al poder, desdice, de la necesidad de que las revoluciones sean dirigidas por un partido revolucionario. Ahora es común encontrar posiciones dentro del movimiento sindical, que propugnan por la vía parlamentaria como medio para conquistar los objetivos políticos y gremiales de los trabajadores. Así, trabajadores y dirigentes sindicales sin militancia política aparente, o vinculados a la denominada "centro izquierda", le apuestan a una transformación no revolucionaria de la sociedad.
De allí la importancia de recordar que, como parte central de la concepción del papel revolucionario de la Clase Obrera, Lenin insistía en el concepto de vanguardia relacionado a la conciencia. Al respecto, en un discurso de 1920, afirmó: "...El partido político puede agrupar tan sólo a una minoría de la clase, puesto que los obreros verdaderamente conscientes en toda sociedad capitalista no constituyen sino una minoría de todos los obreros. Por eso nos vemos precisados a reconocer que sólo esta minoría consciente puede dirigir a las grandes masas obreras y llevarlas tras de sí"; para luego concluir: "Si esta minoría es realmente consciente, si sabe llevar tras de sí a las masas, si es capaz de dar respuesta a cada una de las cuestiones planteadas en el orden del día, entonces esa minoría es, en esencia, el partido".
Entonces, no debemos olvidar que los fundadores de la doctrina científica comunista no se conformaron con haber puesto al descubierto el funcionamiento de las sociedades divididas en clases, ni mucho menos con haber desnudado el papel revolucionario del sujeto histórico de la transformación social en el seno del capitalismo (el proletariado), ni siquiera con haberlo dotado de una sólida base teórica para las tareas revolucionarias por cumplir; sino que, además, plantearon correctamente que el proletariado, constituido en clase para sí debe contar con una vanguardia -conformada en organización partidista de la clase- que emplee las tácticas correctas para la toma del poder (Revolución Proletaria) e iniciar la etapa de transición al Socialismo, en la perspectiva de la formación económico-social comunista.
El sindicalismo latinoamericano, después de haber desempeñado un importante papel en la organización de los trabajadores en América Latina, en sectores como la minería, la industria manufacturera y la burocracia pública, de haber logrado estándares laborales y la negociación convenciones y contratos colectivos de trabajo, el desarrollo de canales de participación política y haber contribuido en procesos de profundización de la democracia; atraviesa hoy por una crisis cuya dimensión aún no ha sido valorada en su verdadera magnitud. Esta crisis, guarda por supuesto relación con las profundas transformaciones económicas y sociales efectuadas en los países latinoamericanos en las últimas tres décadas.
El impacto de estas transformaciones ha tenido como resultado que el movimiento obrero latinoamericano haya dejado de cumplir con las funciones que jugaba en un continente fuertemente definido por las características de los estados nacionales que se formaron en el Siglo XIX. Los cambios en su concepción ideológica, fue terreno abonado, para la implementación de políticas que ahondaron las dificultades del movimiento sindical: fenómenos como la liberalización comercial, la privatización de las empresas estatales y la desregulación de la institucionalidad laboral (flexibilización) repercutieron sobre las transformaciones de los mercados de trabajo; estas medidas se identifican con lo que algunos textos del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial han denominado como reformas de segunda generación, que han profundizado las reformas de primera generación (apertura económica y privatizaciones) iniciada en los años noventa.
La crisis política e ideológica de las organizaciones sindicales buscó ocultarse con la adopción de posiciones políticas centro izquierdistas, muchas de las cuales no tienen nada que ver con las concepciones de la izquierda tradicional, menos con las doctrinas marxistas que caracterizaron toda lucha política desde la Revolución Bolchevique de 1917; pues al dejar las posiciones tradicionales, justifican todo tipo de decisiones que están en abierta contradicción con las convicciones más genuinas de la izquierda.
En América Latina, las fuerzas de izquierda contemporánea presentan cuatro tendencias básicas, la primera de ellas es aquella plenamente adaptada a la economía de mercado. Estas izquierdas de mercado apostaron por el acceso al poder de manera democrática, tratando de lograr una aquiescencia de las élites empresariales, militares y el intento por caer bien al capital transnacional de las multinacionales, en una convivencia funcional a la economía de mercado. a segunda tendencia, es aquella izquierda que juega con las reglas democráticas para ganar elecciones pero, al mismo tiempo, duda si debe romper con el capitalismo y las élites empresariales nacionales. Estas izquierdas están dispuestas a mantener una posición anti-imperialista, sobre todo para cuestionar la hegemonía de los Estados Unidos en Latinoamérica, considerando que la identidad ideológica debería seguir siendo anti-oligárquica, anti-neoliberal y anti-transnacional.
La tercera tendencia está mucho más dispersa pues son todas aquellas aspiraciones ideológicas por un mundo más justo y económicamente fraterno que recogen los planteamientos del marxismo, del humanismo cristiano, del nacionalismo, del indigenismo y las críticas ecológicas al sistema capitalista. Estas posiciones se encuentran sumamente desarticuladas llegando a convertirse en un verdadero collage ideológico que pugna por obtener algún puesto parlamentario o municipal a partir de distintos partidos políticos.
Si bien estas izquierdas tienen una actividad legal como partidos políticos, el problema principal radica en que estas tendencias también han perdido de vista las perspectivas políticas, el horizonte revolucionario para combatir al capitalismo como modo de producción y por ende, la viabilidad del comunismo.
La cuarta tendencia de la izquierda es la que sigue estando ligada a los planteamientos ideológicos del Marxismo Leninismo. Esta tendencia como es sabido, históricamente ha propuesto el papel de la clase obrera como sepulturera del régimen capitalista, su Estado burgués y la desaparición de la explotación del hombre por el hombre.
La concertación entre capital y trabajo; y el supuesto tránsito pacifico del capitalismo al socialismo es una quimera que la historia se ha encargado de demostrar una y otra vez. El sistema capitalista funciona bajo leyes que le son inherentes, así quedó demostrado por Marx en su obra cumbre EL CAPITAL. Este no sólo arrasa con los derechos del trabajador; también hace desaparecer su competencia. La destrucción de capitales para lograr el monopolio es otra de las leyes del capital que se cumple irremediablemente y que conduce precisamente a la fase imperialista; siendo precisamente el imperialismo, forma política superior del capital monopólico transnacional, el que hoy auspicia la arremetida contra todos los gobiernos de izquierda y progresistas que se lograron en Latinoamérica en la década anterior; pues por lógica, no están dispuestos a perder una porción de tan importante mercado y de control de materias primas, que permite paliar sus crisis cíclicas.
Las derrotas electorales sufridas por las izquierdas de América Latina en los últimos años, luego de una ola en la que se consolidaron gobiernos de este tipo por casi dos décadas y en los cuales la participación del movimiento sindical fue notoria, debe llevarnos a reflexionar, si en verdad es la tercera vía la estrategia para superar el capitalismo; o por el contrario el movimiento sindical y la clase obrera deben volver por los causes de la lucha de clases, entendiendo que como se ha dicho por los creadores del socialismo científico, no es posible la conciliación de clases y que la lucha entre dos clases antagónicas, no tiene punto medio y únicamente mediante la vía revolucionaria es posible resolver esta contradicción en favor de la clase trabajadora.