Todos los medios de comunicación asumen como su
declaración de principios la defensa de la objetividad, la veracidad y el
contenido democrático en la información que emiten. Así debería ser, pero la
realidad es bien distinta. Los empleados de los canales de televisión RCN y
CARACOL y demás medios de la burguesía, son hombres y mujeres que han
prostituido la profesión. Escritor@s venales, presentador@s y periodistas
venales, que actúan sin recato y respeto por el periodismo. Periódicos,
revistas, programas de radio y canales de televisión que ocultan verdades y
difunden mentiras. Eso es nuestra gran prensa.
Pero tanto empeño en exigir y pregonar imparcialidad y
libertad de expresión no pretende más que esconder subjetividad y un punto de
vista marcado por el interés, un marcadísimo interés de clase. La prensa
burguesa, debería llevar el subtítulo "Voz capitalista de los empresarios,
banqueros y poderosos en general".
La conocida frase "Información es poder" está cargada de verdad.
Tanto es así que el capitalismo tiene un control férreo y estratégico de los
medios de comunicación, que al fin y al cabo no son más que medios de
transmisión de la ideología burguesa.
Un sistema basado en la obtención del máximo beneficio por encima del bienestar
de los seres humanos, aunque ello implique hambre, enfermedad, muerte,
corrupción y opresión, necesita mostrar, para perpetuarse en el poder, una
imagen distorsionada de la realidad que justifique su dominio. Esto entra
claramente en contradicción con una información veraz e imparcial que permita
que sus destinatarios elaboren una opinión libre y crítica.
El ocultamiento deliberado hecho por los medios masivos de comunicación de lo
ocurrido ayer en varias ciudades de Colombia y el mundo, en las cuales miles de
ciudadanos salieron a manifestar su apoyo al proceso de paz, en un ambiente
carnavalesco y con un despliegue de alegría que contagió de entusiasmo por el fin
de la guerra a millones de personas, sólo puede calificarse como un acto de
perversidad periodística.
Los voceros del militarismo y la ultra-derecha, sin el menor asomo de vergüenza
y faltando a la ética y los principios periodísticos que tanto pregonan, silenciaron
sus micrófonos y apagaron sus cámaras para no registrar el multitudinario apoyo
popular a los diálogos de la Habana, los resultados conseguidos hasta el
momento y la inmensa esperanza en la firma del acuerdo final.
No es ético, que mientras dan enorme despliegue a una ridícula firma contra el
plebiscito, conseguida mediante engaño por los ignorantes del Centro
Democrático, cierren sus ojos frente a esa realidad inmensa que fue el respaldo
a la paz manifestado el día 15 de julio en el país y el exterior.
No
debemos olvidar además que los medios de comunicación son un valiosísimo
instrumento de control ideológico. Un burgués no puede ser imparcial; Los
voceros del capitalismo no pueden decir la verdad y quién paga al flautista
elige la melodía. Por eso la venenosa combinación de odio y miedo que algunos
"profesionales" del periodismo nos venden todos los días, con el objetivo de
hacernos ver frente al proceso de paz, una realidad inexistente. A que realidad
me refiero; a una supuesta polarización de los colombianos frente al tema.
Basta con hacer una rápida comparación entre las escuálidas manifestaciones que
ha convocado el Uribismo y la contundente respuesta popular en favor de la paz
para darnos cuenta que el respaldo al fin de conflicto es contundente, y que
los partidarios de la guerra, de la continuidad de los odios y la confrontación
son gigantes inflados por la prensa de una clase que le teme a los cambios y
que nos quiere seguir gobernando mediante el terror y la ignorancia.
A la histórica y permanente confrontación de clase, se suma hoy una
confrontación política entre los amigos de la paz y los enemigos de la
reconciliación; en ella, se hace imprescindible la herramienta de la prensa
obrera, alternativa y popular. No se trata de competir con la prensa burguesa
en tirada y lectores, es imposible; pero es evidente que en una etapa tan
importante para nuestro país y nuestra sociedad, romper el monopolio que sobre
la opinión pública ejerce la gran prensa es una tarea de primer orden.